Los trabajos se acaban.

Nos mudamos a un nuevo hogar… eso, sin tener en cuenta que es en una nueva ciudad.

Comienzan los nuevos trabajos.

Empezamos a abrir una nueva iglesia.

Descubrimos que vamos a ser padres.

Escuchamos las palabras: Ha perdido el bebé.

Terminamos la escuela universitaria.

Descubrimos que vamos a ser padres… de nuevo (y todo el temor que contiene esta nueva y hermosa realidad).

Sobrevives al trabajo más fuerte que hayas tenido jamás.

Comienzas un nuevo trabajo lleno de esperanzas y posibilidades.

El miércoles pasado terminó mi papel en una escuela media de la localidad. La mayoría de las personas que trabajan en una escuela disfrutan de todo un verano de descanso. Yo decidí emprender una nueva aventura con una entidad sin fines de lucro, que es mi verdadero trabajo soñado, el que me permite seguir pastoreando una nueva y apasionante iglesia en la ciudad. Tengo once días preciosos y gloriosos para respirar y, para ser sincero, tengo la esperanza de recuperarme un poco.

Este fin de semana, mi esposo Micah y yo disfrutamos de largos ratos juntos para caminar, desayunar juntos, reírnos, tomar la siesta y dedicarle momentos a la familia. Fue encantador. El lunes, Micah fue a trabajar y yo bajé, tomé un tazón de cereal y me senté con mi Biblia y mi diario.

Suspiré y me eché a llorar.

En lo más profundo de mi ser, en mi alma, confesé lo que Jesús ya sabía.

Siento que tengo el alma molida.

No tengo magulladuras en la piel, pero en el alma la historia es distinta. He pasado por una inmensa cantidad de cambios en los diez meses últimos, y he tenido que cargar con algunas heridas del alma procedentes de los años anteriores de exigencias. No todo cambio es malo, pero incluso los cambios buenos traen una novedad que puede causar estrés.

Mientras permanecía sentada allí, abrazando el silencio y la realidad de la presencia de Jesús conmigo, sentí su invitación a buscar sanidad, renovación y recuperar un ritmo disfrutable.

Yo había pensado que durante los once días tacharía muchas cosas que tenía en mi lista de cosas por hacer. Lo que sucedió es que cinco cosas más aparecieron en mi nueva y aprobada lista de cosas por hacer:

Leer

Escribir

Caminar

Dormir la siesta

Sentarme

Ya me estoy sintiendo más como soy en realidad: libre, gozosa y satisfecha.

Mis caminatas me han creado oportunidades para encontrarme con mis vecinos y para orar. Leer y escribir me alimenta, me enseña y me ayuda a conectarme con Jesús. Las siestas me restauran físicamente. Y sentarme sin un objetivo me ha proporcionado la oportunidad de empaparme en mi ambiente.

Me estoy alejando de mis obligaciones y disminuyendo el apetito por los medios sociales y las pantallas. Sí, aún estoy terminado de lavar la ropa y la vajilla.

Aún tengo que cocinar las comidas. Estoy pagando las facturas. Pero mi ritmo es más lento, y el ritmo de mi alma es más lento también. Sé que las responsabilidades van a regresar, y algunas no se han marchado durante esta semana, pero estoy caminando más lento deliberadamente para que eso me ayude a sostenerme a largo plazo.

No creo ser la única persona cuya alma necesite un poco de cuidado tierno y amoroso. Basta caminar con la suficiente lentitud para ser honrado con un mismo.

Tal vez estés comenzando a asumir un nuevo papel, ya sea como padre, o en un nuevo trabajo, o como voluntario.

Tal vez hayas oído un diagnóstico difícil y no estés seguro de lo que significa esta nueva realidad para ti o para tu familia.

Perder un miembro de tu familia, un amigo, un sueño o un trabajo nos puede dejar solitarios y destrozados.

Tal vez tu relación con tu cónyuge sea tensa y las discusiones, o incluso la falta de discusiones, te dejen olvidando cuál fue la razón por la que te casaste.

Tal vez ser padre o madre te parezca una batalla cuesta arriba.

O quizá las finanzas escasean, y te parece más fácil no hacer caso de las cartas que se van apilando.

Es posible que tus hijos se acaben de graduar de la escuela secundaria o del colegio universitario, y la realidad de que van a dejar el nido te hace preguntarte cuál es tu propia identidad.

Hay un millón de razones diferentes por las cuales tu alma necesita un descanso… y cualquiera que esta sea para ti, debes saber que es importante.

Vale la pena que seas sincero con Jesús y le pidas ayuda. Tal vez no tengas once días para llevar un ritmo de vida más lento, pero es posible que puedas conseguir cinco minutos hoy, y tal vez unas pocas horas un día de la semana próxima, o del mes próximo, para ir más lento. Ir más lento no significa que la vida se detenga, ni que desaparezcan todas tus tensiones, pero todos necesitamos tomarnos un tiempo para dejar que Jesús nos renueve el alma.

Durante la semana pasada, mis momentos con Jesús han sido sencillos. He estado leyendo y volviendo a leer pasajes de las Escrituras, escribiendo mis reflexiones y orando. Uno de los pasajes que he estado dejando que me penetre en el alma es el de Mateo 11:28-30.

Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.

Esta es la invitación que nos hace Jesús a ti y a mí.

Adelante, disminuye tu velocidad, porque tu alma necesita a Jesús.

Publicado originalmente en el blog de Heather, Savoring Pace.

Heather Brickner
Heather Brickner es pastora y cofundadora de Branch & Vine, situada en la ciudad de Lancaster, Pa., donde vive con su esposo Micah. Además de pastorear, Heather es consultora en el Parish Resource Center, donde ayuda a iglesias de trece denominaciones a cumplir su misión y su visión. Le encanta dar caminatas e ir con Micah a una tienda London Fog, tener el hogar repleto de risas y prepararse para la llegada de su hija en diciembre de 2017.

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