El Espíritu Santo y la Iglesia
El Espíritu Santo es una persona divina, coexistiendo eternamente con el Padre y el Hijo.
El Espíritu fue participe en el acto de la creación, se hizo presente a lo largo del Antiguo Testamento, y se revela más claramente en el Nuevo Testamento. La vida en el Espíritu se refleja con mayor claridad en la vida terrenal de Jesús. El día del Pentecostés el Espíritu Santo fue derramado por Dios para continuar la obra del Cristo ascendido, tal como Jesús se lo había prometido a sus seguidores.
La obra del Espíritu Santo
El Espíritu Santo obra en el mundo, convenciendo a las personas de su pecado, y llevándolas al arrepentimiento y la fe, guiándolas a la plenitud de la vida en Cristo.
El Espíritu Santo es el Consejero, quien está siempre presente con el pueblo de Dios y le recuerda de todo lo que Jesús dijo e hizo. El Espíritu Santo es el Espíritu de Verdad, quien guía al creyente, y le sirve como a garantía de la herencia eterna prometida en Cristo.
Espíritu Santo intercede por los creyentes de acuerdo con la voluntad de Dios. Ayuda a los hijos de Dios en su necesidad, los limpia y los separa para una vida santa, los reviste con poder para servir.
El Espíritu Santo está también presente en la vida corporal de la Iglesia, inspirando unidad, adoración y servicio. Su presencia se hace real a medida que la Iglesia se sensibiliza a
Él y responde a su liderazgo.
El Espíritu Santo otorga dones espirituales a todos los creyentes de acuerdo a su propósito y soberana voluntad. La Escritura identifica una variedad de dones, dados para la edificación de la Iglesia y para su ministerio en el mundo. El Espíritu Santo guía a la Iglesia en el escogimiento de sus líderes. La Iglesia es responsable de discernir los dones del Espíritu en su vida y ministerio, y de alentar a los creyentes a utilizarlos.
La naturaleza de la Iglesia
Por medio del Espíritu Santo, Jesucristo estableció la Iglesia como la nueva comunidad de Dios, con sus raíces en el pueblo de Dios del Antiguo Testamento y como testimonio de la presencia de su reino en la tierra. Jesucristo es la cabeza de su pueblo redimido, la iglesia. Su palabra y voluntad son autoridad para nosotros.
La Iglesia consiste de todos aquellos que confían en Jesús como Salvador y lo siguen como Señor. Nos hacemos parte de la familia de Dios, amando al Señor Jesús, y aprendiendo a amarnos y cuidarnos los unos a los otros. Somos una comunidad de pacto comprometida ante Dios y nuestros hermanos a vivir una vida santa, a permanecer leales a la Iglesia, y promover unidad dentro del cuerpo de Cristo. Nuestro entendimiento de este pacto se expresa en compromiso con la congregación local, donde vivimos nuestro discipulado con integridad. Se expresa también con un compromiso con la denominación, donde nos relacionamos más ampliamente con el pueblo de Dios, y con el cuerpo de Cristo en todo el mundo, por lo cual cumplimos la oración de Jesús que nosotros todos seamos uno.
Las funciones esenciales de la Iglesia son adoración, comunión, discipulado y misión. En la adoración traemos nuestra devoción de todo corazón ante el Señor. En la comunión vivimos nuestro compromiso de amarnos unos a otros. En el discipulado, seguimos el llamado de Señor Jesús a obedecer y enseñar todas las cosas mandadas por El. Al realizar nuestra misión, proclamamos el evangelio a todo el mundo y ministramos a las necesidades humanas tal como lo hizo Jesús.
Como comunidad de pacto, practicamos la mutua responsabilidad entre nuestros miembros. Aceptamos los pasos diseñados por Jesús: primero ir en privado a aquel que peca contra nosotros; luego, si es necesario, regresar con uno o más testigos; y finalmente, cuando se requiere, hacer partícipe a la congregación. Cuando la Iglesia enfrenta el pecado, debe tratar de responder con compasión y preocupación. El objetivo de la disciplina en la iglesia es restaurar al miembro de la Iglesia que está en error, y mantener la integridad y pureza de la comunión y testimonio de la Iglesia.
La vida de la Iglesia: ordenanzas y prácticas
Las ordenanzas de la Iglesia son el bautismo y la Santa Cena, las cuales se deben observar en obediencia al mandato de nuestro Señor.
El bautismo de creyentes es un testimonio público de que éstos han recibido a Jesucristo como Salvador y Señor, y que vienen a formar parte de la comunidad de fe. Creemos que el bautismo por inmersión simboliza la sumisión del creyente a Jesucristo, y su identificación con El en su muerte y resurrección. Esperamos que los creyentes bautizados se comprometan al pacto de membresía, afirmando de esa manera su compromiso con la iglesia local.
La Santa Cena fue instituida por Jesús, y es celebrada por sus seguidores en memoria de la muerte y resurrección del Señor, y en anticipación de su regreso. El pan y la copa simbolizan el cuerpo y la sangre de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo. Al participar en el servicio de comunión demostramos nuestra unidad con los creyentes de todas las épocas y lugares. Debemos examinarnos a nosotros mismos a la luz de la Palabra antes de acércanos a la Santa cena. La reconciliación con Dios y con nuestros hermanos y hermanas en Cristo es una preparación esencial para la participación.
Además de las ordenanzas, otras prácticas son aspectos importantes de la vida y adoración en la comunidad cristiana.
Consideramos la práctica de lavarnos los pies los unos a los otros, tal como Jesús lo modeló y enseño, como una demostración de amor, humildad y servicio mutuo, señalando más allá del acto mismo hacia una manera de vivir. En la vida de la Iglesia, el servicio del lavatorio de pies es una oportunidad para la reconciliación, la afirmación del uno por el otro, y un testimonio de la gracia de Dios.
La ceremonia del matrimonio cristiana testifica sobre el orden y diseño de Dios para la unión de un hombre y una mujer en un compromiso de amor y fidelidad para toda la vida. Los votos se afirman y el matrimonio se celebra en el contexto de la congregación, la cual es llamada a apoyar a la pareja en su vida conyugal. El amor de pacto y sacrificio de Cristo por la Iglesia, y la amorosa respuesta de ella, son el ejemplo que deben seguir marido y mujer.
La práctica de dedicar a los niños recalca la importancia de éstos dentro de la congregación. El servicio de dedicación provee una oportunidad para que los padres se comprometan al Señor en cuanto al cuidado y crianza de sus hijos. Los miembros de la congregación se unen a los padres en el compromiso de orar, educar y nutrir espiritualmente a los niños.
El evangelio incluye la sanidad de los enfermos y la liberación de los oprimidos. La Iglesia sigue prácticas bíblicas al orar por el enfermo, imponerle las manos, y ungirle con aceite en el nombre del Señor. El servicio de sanidad divina confirma que Dios responde al quebrantamiento de la condición humana, bien sea con sanidad, o cónsul gracia para soportar el sufrimiento.
Cuando la muerte sobreviene a un miembro de la comunidad de creyentes, el funeral provee una oportunidad para enfocarnos en el Señor resucitado. La congregación responde en compasión a los que sufren. La muerte nos hace recordar nuestra mortalidad y nuestra esperanza de resurrección.
La misión de la Iglesia: su relación con el mundo
Jesucristo comisiona a la Iglesia a hacer discípulos en todos los pueblos de la tierra. La Iglesia es llamada a compartir el evangelio en cada cultura y en cada ámbito y estrato social. La evangelización incluye traer a las personas a la fe salvadora en Cristo y a discipularlas hasta ser miembros responsables de la Iglesia. El pueblo de Dios también es llamado a ser una influencia redentora en el mundo, confrontando el pecado colectivo y buscando vencer el mal con el bien. Debe ser una voz para la rectitud, la paz y la justicia.
La Iglesia reconoce el lugar que Dios ha ordenado para el gobierno en la sociedad. Como cristianos deberíamos orar por el estado y por los que están en autoridad. Al mismo tiempo, creemos que la lealtad a Cristo y a la Iglesia – la cual trasciende las fronteras nacionales – tiene precedencia sobre la lealtad al estado. La participación selectiva en los asuntos de gobierno es apropiada para los creyentes si la lealtad a Cristo y los principios de su reino son cuidadosamente protegidos, y si tal participación realza nuestro testimonio y servicio cristiano.
Cristo amó a sus enemigos, y nos llama como sus discípulos a amar a nuestros enemigos. Seguimos a nuestro Señor al ser un pueblo de paz y reconciliación, llamado a sufrir y a no a pelear. Aunque respetamos a aquellos que tienen otras interpretaciones, creemos que la preparación para la guerra, o su participación en ella, son inconsistentes con las enseñanzas de Cristo. Similarmente, rechazamos todos los otros actos de violencia que niegan el valor de la vida humana. Más bien, afirmamos la práctica del pacifismo, el servicio abnegado a favor de otros, así como la búsqueda de justicia para los pobres y oprimidos en el nombre de Cristo. Aquellos que siguen a Cristo son extranjeros y peregrinos en el mundo, llamados a compartir la luz de Cristo. En la renovación de nuestras mentes mediante la gracia de Dios, resistimos ser conformados a este mundo caído y quebrantado. Esto nos llama a rechazar el materialismo, la sensualidad y el egocentrismo del mundo. Al contrario, buscamos expresar los valores del reino de Dios mediante un estilo de vida simple y modesta.
Bases Bíblicas
El Espíritu Santo y la Iglesia
Génesis 1:2; Juan 3:34; 14:16-17, 15:26; Hechos 2; 10:38; Hebreos 9:14; 2 Pedro 1:21; 1 Juan 3:24
La obra del Espíritu Santo
Juan 14:26; 16:7-15; Hechos 1:8; 13:2-4; Romanos 8:26; 12:3-8; 1 Corintios 3:16; 12:1-12; 2 Corintios 6:16-7:1; Efesios 1:13-14; 4:3-12; 5:18; 1 Pedro 4:10-11; Apocalipsis 2-3
La naturaleza de la Iglesia
Mateo 5:13-16; 18:15-35; 20:26-28; 28:20; Juan 1:12-13; Hechos 2:41-47; 15; Romanos 1:16; 2 Corintios 2:5-11; Gálatas 6:1; Efesios 2:19, 22; Filipenses 2:2-16; Colosenses 1:18; 2 Timoteo 2:2; Hebreos 10:24-25; 1 Juan 3:16-19
La vida de la Iglesia: ordenanzas y prácticas
Mateo 28:16-17; 28:19-20; Marcos 10:1-12; 16:16; Lucas 2:22; Juan 13:1-17; Hechos 2:38-39; Romanos 6:3-6; 1 Corintios 10:16; 11:1-16, 23-34; 15; 2 Corintios 5:1-8; Efesios 5:21-33; 1 Timoteo 5:10; Santiago 5:13-18; 1 Pedro 3:21
La misión de la Iglesia: En relación con el mundo
Proverbios 29:7; 31:9; Daniel 6:1-3; Miqueas t6:8; Mateo 5:13-14, 44; 26:52; 28:18-20; Marcos 16:15; Juan 18:36; Hechos 4:18-21; 5:29; Romanos 1:14-15; 12:2; 13:1-4; 1 Corintios 10:23, 31; 2 Corintios 5:16-20; 1 Pedro 2:9-17, 21-23; 1 Juan 2:15-17