5 de enero de 2025

Por el obispo Bryan Hoke, Conferencia del Atlántico

Meditación de las Escrituras: Lucas 1:26-38

La misión de Jesucristo es expansiva. Es como un eco que sigue reverberando hasta llenar cada rincón y grieta con que se encuentra. Abarca a nuestro vecino del otro lado de la calle, al extraño que está en la fila delante de nosotros en la tienda y a nuestros hermanos en cada rincón del mundo. Es más grandiosa de lo que podemos comprender; sin embargo, como uno de los primeros pasos para ser parte de esa misión, se manifiesta a través del simple acto de sumisión.

María era joven, perpleja, asustada, preocupada y todo menos grandiosa. Sin embargo, cuando Dios le dejó en claro lo que le estaba pidiendo, ella respondió con sumisión: Humildemente pongo lo que tú deseas por delante de lo que yo deseo. O en sus propias palabras: “Aquí tienes a la sierva del Señor… Que él haga conmigo como me haya dicho.”

La disposición de María a entregar sus planes y deseos – ¡todo su ser! – a Dios literalmente trajo al mundo la “salvación de Dios… luz que ilumina a las naciones y gloria de tu pueblo Israel” (Lucas 2:32). Eso puso en marcha el mayor acto de redención y reconciliación que el mundo haya conocido jamás. Su sumisión puso en marcha lo que los profetas que vinieron antes que ella hace mucho tiempo predijeron, la misión que Dios tenía en mente desde el principio: atraer a todas las personas hacia él.

Lo que comenzó con María al entregar su vida a la misión y los deseos de Dios se hizo eco años después a través de aquel que nació cuando replicó esa postura diciendo: “no se cumpla mi voluntad, sino la tuya”. La sumisión de Jesús es cómo se cumpliría la misión de Dios.

Aquí nos encontramos después de todos estos años. La misión no ha cambiado y el punto de partida para cómo abrazar esa misión es idéntico. ¿La sumisión de María hará eco a través de nuestras vidas en los lugares y áreas donde Dios nos ha plantado? ¿Se realizará su misión de redención y reconciliación para quienes nos rodean a través de nuestra respuesta a él? ¿Estoy dispuesto a poner mi voluntad bajo la voluntad de Dios y exclamar con María: “Que se cumpla tu palabra para mí?”

ORACIÓNPadre celestial, te pido que yo pueda tener un corazón rendido, para que se cumpla tu voluntad. Cumpla su misión en mí y a través de mí mientras me entrego por completo a ti. Amén.