¿Es realmente posible que una Iglesia tenga su modelo en Jesús, quien vino a nosotros desde el Padre, “lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:14)? A lo largo de todo el año 2015, Alan Robinson, el Director Nacional de la Iglesia de los HEC en EE.UU., y un servidor, nos hemos estado imaginando este alto llamado que tiene la Iglesia al estar facilitando el Seminario de Impacto Lleno de Gracia y de Verdad: La homosexualidad, el Evangelio y la Iglesia de los HEC.

Desde el principio, yo sabía que sería todo un reto comunicar de qué manera mantenernos unidos a la verdad del Evangelio al mismo tiempo que les manifestamos gracia a las personas que luchan con la atracción hacia otros de su mismo sexo. He aquí unas pocas de las cosas que he aprendido durante este proceso.

En primer lugar, he llegado a reconocer que el problema de la atracción hacia personas del mismo sexo toca a más personas que cuantas yo pensaba hasta este momento.

A lo largo de los seis meses pasados, ha habido padres que se me han acercado para pedirme que aconseje a un hijo que se les ha “abierto” como homosexual; una madre me preguntó si estaba bien que ella y su esposo asistieran a la boda de su hija con otra persona de su mismo sexo, y he tenido abuelos que me han mostrado las fotos de un nieto mientras hacía la transición hacia el sexo opuesto.

Todas estas conversaciones han sido difíciles y han estado marcadas por el sufrimiento. Sin embargo, todas las personas han manifestado una gratitud inmensa por haber podido hablar acerca de estas cuestiones.

Creo que se posible ser una Iglesia capaz, tanto de recibir como de discipular a toda clase de personas, incluso a las que sienten atracción hacia otras de su mismo sexo.

Me he llegado a sentir seguro al abogar a favor de un concepto tradicional del matrimonio y la sexualidad y extender al mismo tiempo la gracia de Dios hacia aquellos atraídos por personas de su mismo sexo. He llegado a comprender que me es imposible separar mi expresión de la verdad de mi entrega de la gracia. Sí, el equilibrio entre la gracia y la verdad es extremadamente difícil de lograr, pero se me ha hecho más fácil al abrazarlo como un reflejo de quien es Jesús, y no como una parte de mi propia agenda.

He llegado a aceptar que es posible que haya personas espiritualmente sinceras que luchen son su identidad sexual al mismo tiempo que tratan de seguir a Jesús. En los primeros tiempos de estas discusiones, no pude menos que pensar en Pablo y su aguijón en la carne como ejemplo de alguien que realmente deseaba ser “sanado” de su padecimiento (cualquiera que este fuera), pero que se resignó a vivir con esa afección suya.

Aunque yo sé que por medio de Cristo podemos ser restaurados, sacándonos de todo lo que nos pueda ser un obstáculo en la vida (físico, emocional o espiritual), el testimonio de Pablo muestra que algunas veces no se produce la sanidad total y que, en última instancia, la gracia de Dios nos debe bastar (2 Corintios 12:7–10).

También he llegado a comprender que es perfectamente aceptable para mí ser amigo de alguien con quien no estoy de acuerdo.

Estoy creciendo en mi capacidad para responder a los que me rodean como a personas, y no como a proyectos. Me he sentido más cómodo dejando que las personas sepan que yo las veo como mucho más que “un homosexual”, y que me voy a negar a aceptar que su sexualidad sea la suma de su identidad.

Por último, creo que se posible ser una Iglesia capaz, tanto de recibir como de discipular a toda clase de personas, incluso a las que sienten atracción hacia otras de su mismo sexo.

La redención es un asunto bastante complicado, y lo cierto es que todos fuimos destituidos de la gloria de Dios y estamos necesitados de su gracia y su perdón (Romanos 3:23–24). La Iglesia debe ser el lugar donde se les presenta a las personas un Jesús que va a su encuentro allí donde ellas están, pero nunca las deja iguales una vez que se hayan encontrado con Él.

Para mí, esta es la maravillosa buena nueva de lo que significa ser una Iglesia llena de gracia y de verdad.

Originalmente publicado para el número de otoño/invierno de 2015 de la revista In Part de la Iglesia de los HEC de EE.UU.

Perry Engle
Perry Engle es el obispo de las Conferencias del Medio Oeste y del Pacífico de la Iglesia de los HEC en EE.UU.

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