10 de enero de 2024

Por Becky Owen, Misiones Mundiales

Meditación de las Escrituras: Mateo 8:23-27

Una noche, la ansiedad me impidió quedarme dormida pacíficamente. No la pude apartar. Consumió mi corazón, mente y cuerpo. Sentí una tormenta dentro de mí. La canción “Cálmame, Señor” me recordó de la historia en Mateo 8 donde una furiosa tormenta amenazaba a los discípulos. Naturalmente, reaccionaron con temor. De hecho, incluso despertaron a Jesús y le rogaron que los salvara. Pero Jesús les preguntó: “¿Por qué tienen tanto miedo?”

Una pregunta curiosa en medio de tanta agitación, pero justa, considerando quién la hacía.

Dejándolos reflexionar sobre su pregunta, Jesús se volvió y reprendió al viento y a las olas, y se calmaron. Yo también le supliqué a Jesús que calmara la tormenta que me controlaba. Me entregué a él. Dios me concedió la paz. Dormí. Sin embargo, la ansiedad tiene una manera de volver a aparecer, así que cada día renovaba mi búsqueda de la paz.

Hay que buscar la paz porque a nosotros nos persigue lo contrario de la paz. Las circunstancias de la vida (un diagnóstico médico, un desastre natural, desacuerdos o incluso un problema con un automóvil o una casa) pueden causar instantáneamente una inseguridad personal que se extiende a las relaciones que nos rodean. Aunque estas relaciones pueden no tener nada que ver con lo que nos está influenciando, cosecharán los frutos que damos.

Una vida dominada por la ansiedad, el miedo, las dudas y la ira no es el resultado de la obra del Espíritu de Dios en nuestra vida. Estos restringen nuestro amor, paciencia, gozo y otros frutos del Espíritu. Nos alejan de Dios y de la paz que él quiere que experimentemos y transmitamos a los demás.

Buscar la paz significa:

  • Superar una fractura relacional para extender el perdón
  • Buscar una comprensión más profunda antes de emitir juicios
  • Intentar reconciliarse, aunque puede que sea necesario más de un intento.
  • Encontrar soluciones creativas para resolver conflictos sin violencia física o emocional.

Si no abordamos cada interacción con el poder de la paz, es fácil dejar caer cestas de fruta podrida, incluso en nuestras relaciones más queridas. ¿Cuánta violencia verbal y física tiene sus raíces en corazones y mentes que no descansan en Jesús?

Cuando nuestros corazones están en paz, somos libres para valorar a los demás como lo hace Dios. Cuando vivimos la vida a la luz de quién es Dios y descansamos en él, nuestra experiencia emocional cambia incluso nuestras reacciones físicas. Comenzamos a dar frutos que provienen del Espíritu.

ORACIÓNPadre, siempre estás conmigo, pero muchas veces lo olvido. Ayúdame a recordar que conoces cada detalle de mi vida y que puedes con todo. Calma mi corazón y enséñame a confiar en ti. Deja que esa paz se desborde en amor y gracia hacia los demás. Amén.

Experiencia multimedia: “Calm Me Lord”  (Cálmame, Señor) cantada por el Coro Católico St. Albert, Nigeria