14 de enero de 2024

Por la Obispa Heather Beaty, Conferencia del Susquehanna

Meditación de las Escrituras: Juan 15:1-17

“¡Papá, enséñame a pescar un pez grande!” Nuestra chica duendecillo suplicó con el rostro vuelto hacia arriba y ojos brillantes.

Por supuesto, su papá estuvo encantado de acercarla y enseñarle a pescar. Ofreció algunas instrucciones verbales seguidas de una invitación: “Primero mira cómo lo hago”, mientras lanzaba y enrollaba, lanzaba y enrollaba.

“¡Tu turno ahora!” La atrajo de nuevo y la ayudó a manejar la caña y el carrete, tal como lo había hecho momentos antes. Para sorpresa de todos, nuestra pequeña alumna fue la primera en traer un pez para la comida de ese día, y ella (con la ayuda de su papá) sostuvo con orgullo la captura más grande que cualquiera llevaría a cenar en ese viaje de pesca.

Sinceramente, todavía no estoy segura de quién se llenó más de alegría ese día: nuestra dulce niña o su encantado papá.

Hace cientos de años, un hombre llegó caminando por la orilla y llamó a unos pescadores cansados: Vengan, síganme —dijo Jesús—, y los haré pescadores de hombres”. Inmediatamente, al escuchar la invitación, estos hombres dejaron sus redes para aprender una nueva forma de pescar y vivir.

En los días siguientes, Jesús se acercó a los doce discípulos y les dedicó tiempo, instrucción y enseñanza práctica sobre cómo vivir, servir y pescar a la manera del Maestro Pescador. Los envió de dos en dos a practicar lo que les enseñaba; celebraron victorias juntos y procesaron la frustración y el fracaso con el maestro al que estaban empezando a amar.

Unos pocos años más tarde, cuando Jesús les dijo que se iba, también les confió el futuro de la obra de su Reino aquí en el mundo, asegurándoles que su Espíritu continuaría guiándolos, dándoles poder y recordándoles todo lo que les había enseñado. Con la morada del Espíritu Santo, estos hombres continuaron la revolución del Reino que todavía hoy impacta las vidas y la historia.

Durante esta Semana de Oración y Ayuno, reflexionemos sobre algunos de los valores que Jesús enseñó y modeló para nosotros: algunos de nuestros Valores Básicos de los HEC. Sin embargo, estos valores nunca producirán frutos a menos que sigamos caminando estrechamente con Jesús, confiando en su Espíritu y poniendo en práctica lo que él nos ha enseñado.

Al igual que nuestra pequeña hija y estos discípulos, la única manera de aprender a vivir como Jesús es acercarnos, escuchar atentamente y practicar lo que él nos enseña. Estoy convencida de que nuestro Padre celestial está tan encantado como cualquier papá terrenal al ver a sus hijos abrazar sus caminos y experimentar el gozo de vivir a su semejanza.

ORACIÓNPadre, gracias por tu invitación a seguirte, a aprender de ti y a trabajar contigo. Gracias por enseñarnos y transformarnos. Ayúdanos a poner en práctica fielmente lo que nos has enseñado a hacer, y que hoy podamos sentir alegría contigo. Amén.